Éste municipio se encuentra ubicado a 99 Km de Santa Fe de
Bogotá. Caracterizado por ser despensa agrícola en su región debido a la gran
fertilidad de sus tierras y variedad de climas. Es así como su principal producto
es la mora, reconocida por su excelente calidad.
REALIDAD TENEBROSA
Mientras miles de personas mueren combatiendo en el desierto, aquí, en
la sorprendente Colombia, algunos muertos no se desintegran ni después de
muertos. En la población de San Bernardo, Cundinamarca, a 87 kilómetros de
Bogotá, se presentan singulares casos de momificación natural. Las momias
atraen cada vez más turistas curiosos, aunque el fenómeno no ha logrado llamar
la atención del Instituto Colombiano de Antropología (Ican).
Tradicionalmente, el Ican se ha
interesado por las momias que datan del Siglo XVIII, encontradas en el
altiplano cundiboyacense y en las vertientes de la Cordillera Oriental,
producto de quehaceres netamente artificiales.
Pero en el caso de San Bernardo,
cuando el fenómeno es totalmente natural, el ente que deriva de Colcultura,
dice no tener la capacidad ni administrativa ni financiera para estudiarlas.
Sucede, según las directivas, que, para este caso, la prueba del carbono 14 no
sirve, pues los cadáveres momificados son de fecha reciente.
Para Camilo Villa, director del
Ican, el caso se tornaría más interesante si fueran momias provocadas, pues el
hecho serviría para estudiar las diferentes técnicas utilizadas, hoy olvidadas
en el mundo entero . Sorpresas de San Bernardo Las tierras de San Bernardo son
una despensa: infatigables, producen desde habichuelas hasta azucenas; sus
curubas se consideran las mejores del país.
El área municipal es de 212
kilómetros cuadrados, repartidos en los pisos térmicos medio, frío y páramo. No
hay, pues, producto que allí no se dé, ni campesino que ubicado en cualquiera
de las 27 veredas del lugar, no se dedique a la agricultura.
Pero hay dos alimentos autóctonos
de la zona, considerados causa del fenómeno inexplicable de la momificación.
Son la huatila o papa de pobre, y el chachafruto o balui; ambos ingredientes de
sopas, cocidos, arepas y tortas. La huatila es de contextura blanda y lechosa.
En su interior lleva una pepa que se semeja, en miniatura, a la del aguacate.
De color verde oscuro y claro, su cáscara lleva espinas. El balui es compacto y
morado, de la familia del fríjol y parecido al guamo en apariencia.
Los habitantes del lugar,
aproximadamente doce mil, creen que el hecho de que existan momias obedece o al
consumo cotidiano de estos frutos, o a las condiciones de humedad del terreno
donde está ubicado el cementerio.
Pero las dos hipótesis dejan
dudas. Aunque es verdad que el balui y la huatila son oriundos de la región, no
deja de ser cierto que se dan también en cualquier zona de clima cafetero. De
otro lado, se han dado casos de gente que habiendo vivido siempre en San
Bernardo, se han enterrado en Fusagasugá y tampoco se han descompuesto.
Tal parece que el hecho va a
continuar presentándose sin llamar la atención de la ciencia. Pasa el tiempo y
aumentan las especulaciones al respecto.
Con 90 años, el habitante de más
edad en el pueblo afirma que se momifica la gente que en vida fue perversa. Así
se lo enseñaron sus padres y abuelos. Para él todo ha pasado, pasa y pasará,
por castigo divino.
El caso es que, en la actualidad,
30 momias permanecen en una bóveda subterránea del cementerio, uno de los más
organizados de la región de Sumapaz. Son éstas de personas nunca reclamadas,
mendigos y gente pobre del lugar. Hay de mujeres, hombres y niños.
Lo más
impresionante y patético es que aún dejan ver su piel intacta pegada al hueso.
Los gusanos no consumieron por completo el cadáver y se distinguen a la
perfección las facciones del cuerpo en vida.
Desmejoradas por la humedad y el
contacto con el aire, convencen a cualquiera de que merecen estar en otro
sitio.
"LAS MOMIAS" Un hecho inexplicable en la historia San Bernardina.
Cuando se habla de momias nuestra
mente inmediatamente se remite a Egipto, y entonces recordamos esas películas
famosas que muestran una de las Maravillas del Mundo: las grandes Pirámides
Egipcias que fueron construidas para servir como cenotafios de los faraones y
que, según indica la historia, su función era contener la “esencia” del rey por
toda la eternidad, es decir, convertirlos en seres eternos.
Antes de entrar al Museo de las Momias hacemos un
recorrido por la zona; un lugar
tranquilo, pequeño, en donde las gallinas pasean orondas como si fuera
el patio de su casa, el sol radiante que acoge el lugar no lo hace ver
tenebroso, al contrario despierta una apasionante necesidad de entrar.
Olimpia, Agripina, Crisiliano,
Basilio, Eledonio, Einison, Agapito, Donaciano, son algunos de los nombres que
con la luz del día se pueden leer
claramente en las lápidas y es imposible contener una expresión graciosa en el
rostro de quien los lee. Logran llamar
la atención porque algunas son muy
finas, hechas en mármol o en bronce y
muy bien arregladas con flores coloridas, dejan la sensación de haber sido
elaboradas con la intención de
manifestar ese cariño o amor que en vida no se
brindó, pareciera como si se sanara la conciencia. También
hay otras descuidadas, ahogadas en
polvo, en el polvo del olvido, simplemente selladas, sin nombre, alguien
que sin duda tuvo una historia y hoy
sólo es una bóveda anónima. Todos convergen en un mismo lugar y, aunque
desconocidos, habitan en este espacio misterioso, un espacio que invita a tener
contacto con las momias, las protagonistas de nuestra crónica.
Mientras tanto es en San Bernardo
donde se seguirá teniendo acceso a la
historia, a la investigación y a este maravilloso fenómeno que sorprende a los
visitantes, y que de paso los involucra en un fantástico y mágico recorrido
cultural.